He vivido durante mucho tiempo entre miedos y obsesiones, con grandes problemas para relacionarme con los hombres, odiando mi cuerpo y sintiendo que dentro de mí había algo oscuro y malvado.
Empecé terapia sin tener apenas recuerdos de mi infancia, pero sabiendo lo que me ocurrió, ya que todo me indicaba que había sufrido abusos.
Gracias al trabajo en GARAITZA, primero en el grupo de ayuda mutua y después en el taller de secuelas, puedo decir que mi vida ha dado un giro. Aun sin haber terminado mi proceso terapéutico, me siento libre, feliz, con ilusión por vivir. He conseguido conectar más con mi cuerpo y mi sexualidad y las relaciones con las personas de mi entorno han mejorado.
Es un camino difícil, pero, sin duda, merece la pena.