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Yo sufrí abuso sexual infantil y dejé pasar el tiempo… quizás por miedo, por vergüenza, por sentirme culpable o, por el conjunto de todos estos sentimientos, es lo que me hizo callar. No lo pensé y crecí con ello hasta que con 40 años, fui consciente de que ya era hora de ir soltando lastre.

Durante todo ese tiempo, esos sentimientos podían conmigo y me hacía un montón de preguntas, siempre sin respuestas. Me hacían vivir situaciones en las que me sentía todavía peor. El tener que depender de cosas que no me venían bien para sentirme mejor, y ser esa persona que no era me iba desgastando.

Después de una larga depresión no quise seguir viviendo así y, aunque en ocasiones lo había pensado, aquel día fue diferente. Toqué fondo. Cuando salí del hospital quise cambiar porque sabía que tarde o temprano la historia se repetiría y volvería a tocar fondo pero esta vez con fatal resultado.

Necesitaba ayuda, porque era evidente que yo sola no podía cambiar y allí estaba… no sé si fue ella, o fui yo, pero el destino me dio esa ayuda. La encontré. Llegué nerviosa e insegura pues no sabía muy bien qué tenía que hacer, pero me lo pusieron muy fácil.

Comencé a contar mi experiencia, los problemas por los que estaba pasando y, poco a poco, estoy recibiendo respuestas y poniendo nombre a los sentimientos que tanto tiempo he ido arrastrando. A esos sentimientos los llaman SECUELAS. Secuelas de las que estoy empezando a curarme.

Empiezo a ser feliz, a valorarme, respetarme, quererme, cuidarme y a ser yo misma sin depender de nada. A lo que me está pasando ahora yo le pongo el nombre GARAITZA.

Gracias por creer en mí, por no sentirme sola nunca más, por comprenderme y por enseñarme que nunca es tarde para nada, sobre todo, si quieres curarte .