622 218 016

Hoy es la víspera de mi primera consulta en Garaitza. Mañana cumplirá exactamente un año. No comenté con nadie esta consulta porque no tenía ningún recuerdo. Eran sensaciones y un sinfín de síntomas.

Enumerando éstos, por primera vez en mi vida a mis 45 años escuché que reflejaban que había sufrido abuso sexual infantil.
Lo escuchado fue abrumador pero lloré de liberación. Había llegado a la raíz de todos los síntomas.
Y…, a partir de ahí, podría trabajarlo.

Cuando comencé el taller de secuelas estaba totalmente desestabilizada. Llevaba así mucho tiempo y a eso se le añadía el shock de una respuesta temida y hasta entonces negada.
El proceso no ha sido fácil y en él no he visto luz, pero así y todo sentía que iba transitando por el túnel.

No veía a mis compañeras de viaje, pero sentía sus jadeos en el camino, sus pisadas, su tristeza, su afán de superación.

Ha habido etapas.
Después del túnel sin luz pasé a caminar en la noche a través de zarzas.
Allí estaban mis compañeras de nuevo. Cada una a su paso quemando etapas.

Yo miraba hacia el cielo para escudriñar el camino. La Luna-Carmen con suspiros de aliento asentía.

Llegó el tenue y suave amanecer y entre la niebla vislumbré un lago. ¡Era enorme!

Con aquella luz especial pude ver a quienes caminaron a mi lado. Eran supervivientes.
En el camino de transición nuestras heridas sangrantes y golpes se secaron, apostillaron y empiezan a cicatrizar.

Nuestros cuerpos cicatrizados muestran nuestra victoria carnal.
Nuestro silencio sereno nuestra paz de espíritu.