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Hace casi dos años que llegué a Garaitza y a veces me siento perdida como el primer día. Inconsciente pero decidida, por fin me enfrentaba al monstruo que escondía con recelo. Ni de lejos estoy como antes pero para qué mentir, todavía sigo buscando motivos para engancharme a la vida. Vida de la que me ausento cada vez menos y en la que ya no me siento de paso.

Semana tras semana he ido trabajando los abusos sufridos siendo niña, transitando caminos dolorosos hacia la superación de mis traumas. Me adentro en la oscuridad que me mantenía muerta en vida, disociada de mis sentimientos, paralizada por el miedo y ahogada por la ansiedad contra mí misma. Depresión, reclusión o bulimia; siempre sentí que todo castigo me lo merecía. Pero esa niebla empieza a esclarecerse, incluso con los recuerdos más escabrosos o la visión nítida de mis pulsiones más indómitas.

Talleres grupales y sesiones individuales; oasis de amor y franqueza donde zambullirse en la autoconciencia. Carmen, Luis, Eugenia y el apoyo de todos mis compañeros. Gracias por iluminar mi guía interna para dejar atrás la fantasía y dibujar un nuevo mapa con el que salir del laberinto del desconsuelo y la desesperanza. Paso a paso y con mucho esfuerzo tomo senderos que me alejan del abismo pero a veces tropiezo como una niña y me auto-condeno. Entonces recuerdo, ¡no estoy sola! Ahora sé como adulta, que soy fuerte y podré con esto.